Yo quiero ser una vieja vigente.
- Sonia Zivkovic

- 29 ago
- 7 Min. de lectura
1.
Hace más de 30 años me dedico a la educación. Me interpela el desarrollo de las personas, la salud de los vínculos, cómo aprendemos a ser, y cómo podemos ser mejores, servirle a la vida y disfrutar este trip alucinante que es la conexión humana. Volví a Buenos Aires después de bastantes años lejos dedicándome profesionalmente a lo que sé hacer: diseñar y acompañar procesos de transformación educativa y de impacto social. Volví hace más de 3 años. Dediqué casi 2 a aprender qué estaba sucediendo acá, conocer gente y proyectos e instalarme en lo logístico. El tiempo restante, lo dediqué enfáticamente a establecerme acá “en casa” desde mi quehacer profesional. A los 50, me encuentro con que lo que deseo hacer, mi saber y mi colección bastante ecléctica de experiencias y herramientas no garpan en Argentina 2025.
Lo cierto es que me gustaría vivir de lo que hago profesionalmente, pero “eso que hago” no se traduce en el dinero que necesito para que las cuentas cierren. Es estresante en cualquier contexto, pero en lo que cuesta la diaria de Buenos Aires estos días, estresa un poco más. Me disuade de invertir dinero que me veo obligada a reservar porque no sé cuánto tiempo ganaré menos de lo que gasto. Me fuerza a distraerme en tareas o actividades lucrativas pero menos interesantes, y me gasta muchísima energía vital que no vuelve.
Para empeorar el asunto, cuanto más me adentro en el mundo de las escuelas “pudientes” del corredor norte, más aprendo que la mayoría de quienes tienen una mejor escuela en sus manos no quieren, no pueden o no ven cómo “hacer mejor”. Quienes si la ven, ya están haciendo cosas geniales sin mi ayuda. Así que me encontré en el desencanto de sentir que aunque tengo mucho para aportar, nadie parece quererlo lo suficiente para que pueda vivir de ello.
Lo sublime de que algo de tal magnitud suceda después de 30 años de carrera, y habiendo vivenciado un humilde éxito en muchas iniciativas, es que puedo mirar atrás con satisfacción, agradecer, sentirme orgullosa y recalcular desde mi presente. El ego ya ocupa un lugar razonable y lo honro por su labor. Y precisamente porque el ego está en su sitio, me pude quedar mirando y sintiendo de qué se trata esto: sin proyectos colaborativos vivos, transformadores y rentados, soy una mina hablando sola. ¡AUCH!
Pude -puedo- contemplar mi presente, examinarlo con lupa y aceptar la situación sin que se me juegue nada en soltar la Educación, cosa que en otro momento me hubiese provocado un colapso integral. Si aquello a lo que dedico mi mejor energía está empobreciendo no sólo mi billetera sino la calidad de mis días, tengo que barajar y dar de nuevo. Alivianar el tono, aflojar el cinturón y armar un negocio que me garpe el mes a mes, me baje el stress, me permita disfrutar de esta ciudad de lujo que es Buenos Aires (a los precios de lujo que supimos conseguir) y sobre todo, sea disfrutable, colaborativo y generador de lo que yo deseo en el mundo.
Así que dejé lo que estaba haciendo para recalcular, y viré bastante rápido. Activé otra cosa que me interpela porque me proyecto en una porción de nuestra sociedad que además de resultarme cautivante, puede estar habitando una situación parecida: sintiendo que tienen enorme valor para aportar, pero no sabiendo muy bien dónde volcarlo. Estoy mirando, sensando, observando, palpitando y venerando a nuestras mujeres 70+.
2.Pasaditos los 30 años me cayó la ficha de que la excelente crianza y educación que me habían dado, me alcanzaba hasta el matrimonio y los hijos. Mis conductas y decisiones de vida debían ir construyendo esa visión hasta encontrar el trabajo y el compañero ideal para construir la familia. A partir de ese punto habría un compañero con quien fluir en ese proyecto. Así que cuando empecé a ver que mi deseo no pasaba por ahí, me dí cuenta de que iba a tener que ir haciendo visión al andar, digamos. Ir aprendiendo, eligiendo y fluyendo mientras se me iba develando una manera de vivir que no había considerado y de la cual tenía ejemplos.
Del mismo modo, la mayoría de las mujeres de 70 para arriba no han tenido la oportunidad de proyectarse en esta edad tan jóvenes, vitales, libres y llenas de ganas de hacer cosas. Hace no mucho, tener 70 era estar en el felpudo de la ancianidad en los mejores casos. Estas mujeres son las primeras que plantadas en esa edad pueden aspirar a, mínimo, una década y media de vitalidad, vigencia, diversión y cosecha de lo sembrado. Tienen tiempo, salud, se conocen, recorrieron muchos caminos, han visto el mundo cambiar, se aggiornaron muchas veces y salieron airosas.
También es cierto que hasta ahora lo vienen dado todo para llegar hasta acá, cumpliendo con las tremendas exigencias que implica estar al servicio de la familia, en profesiones vocacionales como la docencia, ocuparse de sus viejos o en una carrera corporativa o un emprendimiento propio sin morir en el intento. En general, no han tenido mucha oportunidad de pensar qué desean para ellas mismas y para su vejez, y no contento con mantenerlas perpetuamente ocupadas, “el mundo” ahora las marea vendiendoles la idea de que hay que verse joven para siempre. Tienen mil cosas en el tintero. Desde mi punto de vista, lo tienen todo pero capaz no lo saben.
Algunas son como mi madre, recientemente viuda, con hijos y nietos grandes de días cargados. Sus amigas y las mamás de mis amigas del cole están parecido. Antiguas compañeras de trabajo, que se jubilaron pero siguen laburando, no por necesidad económica, sino porque el laburo las mantiene vigentes y en movimiento y porque los colegios se están quedando sin maestras y las siguen contratando. ¿Quienes son estas mujeres cuando no están al servicio de otrxs?
Aunque tienen competencia digital lo digital no está dirigido a ellas ya que el consumo no las llena y la distracción no les alcanza. Solteras, divorciadas, madres-abuelas-tías, viudas o aún casadas, saliendo de citas o no…las minas necesitamos del encuentro con otras para ejercer nuestras múltiples dimensiones y compartir(nos). Cuando no tenemos nido, ronda o mesita de café funcionamos sin un combustible tan necesario para el funcionamiento femenino como el estrógeno: las amigas.
Hay amigas prehistóricas que siguen estando hoy y son el hilo que nos une con nuestras antiguas personalidades. Hermanas, primas, compañeras de cole y de facultad. Son testigos de nuestra biografía pero seguimos íntimas y conectadas aún cuando nos vemos esporádicamente o parecemos tener vidas completamente distintas. Permanecen y son un tesoro, entre muchas otras cosas, porque comparten nuestras experiencias y pueden valorar nuestros recuerdos. Imprescindibles.
Amigas de la diaria o más touch and go. Mamis del cole, compañeras de gym o voluntariado, novias del amigo de nuestro novio, o compañeras de laburo. Son amigas de “épocas” o actividades. Dejamos de verlas cuando se termina esa etapa particular, y si ocasionalmente nos juntamos volvemos a visitar esa época, que es lo que tenemos en común. Muchas veces las vemos con más frecuencia que a personas más íntimas, y aunque son sólo un fragmento (grande o chico) de toda nuestra cotidianidad, en esas escenas, son cruciales.
Hay un calibre de amiga que se hace más necesaria a medida que maduramos porque es la que nos ayuda a auto-actualizarnos. Es esa amiga precisa que aparece en el momento exacto y en la cual reconocés de inmediato un “alma gemela”. Se produce un metejón completamente explicable, ya que en el espejo de la amiga nueva, íntima, de corazón abierto, nos volvemos a conocer a nosotras y nos reenamoramos de nuestra biografía. Sucede mientras, inevitablemente, para poder explicar el hoy, tenemos que arrancar en la prehistoria, introducir a los personajes y su relevancia y demás, hablando a dos voces, ya que todo se da en un zigzag que abre mil solapas y las va cerrando en el enramado de cada conversación. Con esas nuevas viejas amigas nos encontramos en la actualización más vigente, y a medida que nos intercambiamos nuestras historias y vamos tejiendo la amistad, nos integramos nosotras mismas a nuestra nueva piel.
¿Dónde encuentran a estas nuevas viejas amigas las mujeres cuando dejan de trabajar a diario? ¿O cuyos hijos ya crecidos tienen vidas ocupadas o lejos de ellas? ¿Qué pasa con las mujeres que dejaron un viejo hobby o deporte pero no encontraron el nuevo? ¿O que necesitan mudar de piel, probar cosas nuevas pero no se animan solas? ¿Qué pasa con las que se auto-excluyen porque creen que están demasiado grandes para hacer algo que soñaban hacer hace 20 0 30 años? ¿Y las que se sienten solas?
3.
Reinventarme a los 50 es distinto que mis demás reinvenciones. Hay una conciencia que en cuanto a grandes refundaciones profesionales, esta puede ser una de las últimas. Estoy imaginando, esbozando, tanteando un proyecto que aún no tiene nombre, pero que ya tiene latido. Y como toda idea viva, irá tomando forma en la medida en que se cruce con otras (otras ideas y otras mujeres). Por ahora, sólo puedo decir que tiene que ver con mujeres, con vigencia, con rondas, con placer y con amistad. Con lo que aún no hicimos, pero todavía podemos. Con utilizar la digitalidad de una manera un poco más analógica. Con ocuparnos, finalmente, de materializar nuestros propios sueños.
A los 70 quiero ser como las mujeres de 70+ a quienes miro ahora, pero contar con una comunidad que me invite y me mantenga integrada, activa, curiosa y en ronda. Disfrutando de lo que el mundo tenga para ofrecer. (¿cómo será el mundo en 2045?) En horarios que le sirvan a mi biorritmo y a mi vida. Querré hacer cosas por mi cuenta sin que eso implique hacerlas sola. Pienso que siempre desearé aprender, y no dudo de que siempre querré tener encuentros con amigas nuevas, viejas, y de ocasión. No sé si esta nueva piel me quedará del todo bien, pero quiero habitarla mientras la descubro.
Y entonces me estoy lanzando a plantar las semillas de la comunidad que me va a acoger. Y me alienta que a medida que convoco a otras al proyecto, se copan con la idea. Le sueñan encima. Aportan lo propio y se suman al círculo. Estamos resonando.
No sé cómo va a ser la forma “final” pero por lo pronto, ya estamos en ronda. Lo que venga a partir de ahora, ojalá nos encuentre bailando.



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